domingo, 20 de diciembre de 2009

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Economía social y proyecto nacional

Por Enrique Martinez



De la distribución de la renta se habla en todos lados, pero el problema es cómo se produce la riqueza y qué es lo que la Argentina necesita producir.

Pocas afirmaciones se han instalado tan rápidamente entre los espacios progresistas del mundo entero y de nuestro país, como la que sostiene que la economía de mercado en su versión década del 90 ha fracasado. Sin embargo, paradojalmente, nada ha cambiado en el pensamiento básico de todos los actores, de cualquier color político.



Crónica del fracaso
La esencia de la economía de mercado es que la búsqueda del lucro es el motor del desarrollo. A partir de allí, ya hace siglos que se ha escindido el objeto social de la producción de un bien o servicio de su objeto económico. Este es la producción de ganancia, sea que lo primero busque producir pan, cuidar un enfermo o fabricar armas.
En definitiva las grandes discusiones modernas, en nuestro país y en el mundo, son sobre la distribución de la renta, no sobre su generación, que todos sostienen que debe ser lo máxima posible y conseguida por los caminos habituales, resultado de competir en el mercado.
Los sindicatos quieren aumentar la retribución de sus representados; los gobiernos discuten aumentar o disminuir los impuestos a la renta, sea ésta ordinaria o extraordinaria, como lo es la renta de la tierra; se analiza en definitiva cómo darle algún recurso económico a quien no lo tiene y a quién sacárselo, sobre una razonable base de equidad. Pero no se cuestiona las bases de la economía de mercado, sino parte de sus consecuencias.
Como subproducto de ese escenario se da la paradoja en los países ricos, que los fondos de jubilaciones de los sindicatos, incluso de aquellos que cuestionan la lógica política del capitalismo, se invierten en fondos financieros especulativos, como los que causaron la burbuja inmobiliaria que explotó en 2008 en Estados Unidos y se diseminó por el mundo.
Cuando se hace referencia a formas de economía social, en tal contexto, se asocia el término justamente a organizaciones que optimizan la distribución de la renta, como las cooperativas. Reitero: es muy poco probable que además de la distribución de los beneficios, se analice el objeto de la organización productiva. Me pregunto: ¿No será eso lo que está a nuestro alcance y ninguna otra cosa? Dos respuestas, una por el presente y otra por la historia.

En pocas manos
Por el presente, debemos notar que además de la injusta distribución de la renta, la economía de mercado produce al menos otros dos efectos muy graves.
El primero es que la concentración productiva termina siendo inexorable. Quienes pierden en la competencia, primero quedan atrás y luego desaparecen. Eso por supuesto tiene como correlato una concentración de la renta, tan alta que sus poseedores disponen de más recursos que los que necesitan o imaginan para inversiones productivas. Se alimentan así descomunales flujos de especulación financiera, mientras como contratara desaparecen las oportunidades productivas para los actores mas pequeños.
El segundo es que la mirada individual, detrás de la ganancia como objetivo excluyente, provoca daños enormes al ambiente, que ha sido degradado y desvastado por esa teoría implícita que da derechos a los capitalistas a apropiarse de los beneficios, mientras los costos ambientales debe asumirlos el conjunto de la comunidad.

¿Siempre fue así?
El peronismo en Argentina en el período 1945-1955, por ejemplo, ¿fue en definitiva un proyecto laborista, que se metió de lleno en la puja distributiva, solo que a favor de los trabajadores? Por supuesto que se metió en esa puja. Pero actuó en otros tres frentes de enorme importancia. El trabajo en educación, en salud y la Fundación Eva Perón aseguraron las prestaciones universales básicas.
El Estado como productor y prestador de servicios básicos introdujo en la economía un contrapeso esencial para toda inercia concentradora.
Finalmente el Estado como regulador en el IAPI y las dos Juntas, de Granos y de Carnes, pudo fijar precios internos y con ello ordenar rentabilidades relativas. Así logró acotar mucho la idea de la libre maximización de la ganancia a través del mercado.
El discurso de Perón hacía permanente referencia a la distribución de ingresos y del poder económico, pero lo hacía en un país sin desempleo y con la presencia de un poderoso Estado de bienestar. Muy lejos del escenario del siglo XXI.
Para Perón, con toda lógica, al interior del espacio económico, había explotadores y explotados y el Estado se ponía del lado de los explotados.

Economía para la justicia social
Hoy, hay explotadores, explotados… y excluidos, que son el producto social más relevante de la economía de mercado. Y como una lógica de hierro, para muchos excluidos, convertirse en explotados es ascender.
¿Qué hacer como legado peronista hoy y ahora? Iniciar una pelea, fuerte y sostenida, para convencer y convencernos que la ganancia empresaria no puede ser más el motor del desarrollo. Hay que cambiar sustancialmente el foco, desde una economía de medios a una economía de fines. Y no hay fin que pueda ni deba superar a la satisfacción universal de las necesidades básicas, a través de la participación de todos en la producción. Todos trabajando, para que todos coman, se vistan y tengan un hábitat digno.
A partir de esa mirada es imprescindible pensar, por caso, como se producen pollos y leche en Formosa o en cualquier otro ámbito que hoy se nutre de esos elementos desde centenares de kilómetros de distancia, solo por razones ordenadas por un mercado concentrado. Esta necesidad no puede estar condicionada por el cálculo de rentabilidades relativas según la zona de instalación, por economías de escala o por otros de los elementos propios de la evaluación micro tradicional.
Este ejemplo se amplifica hasta cubrir buena parte de las necesidades locales de cada región o zona deprimida, donde se requiere el aporte de las tecnologías necesarias; la identificación de actores locales a los cuales apoyar y potenciar; o finalmente, la participación de ámbitos del Estado que estén dispuestos a asumir el rol transitorio de emprendedores eficientes, cuando esta figura esté ausente, y mientras ese mismo ámbito ayuda a su generación.
El cambio de foco no elimina al mercado, al empresario o a la ganancia. Los subordina a un fin superior.

Enrique M. Martínez
Presidente del INTI

La herramienta es la política
Un movimiento popular, frente al desafío económico, tiene que colocar como explicación central el PARA QUÉ TRABAJAMOS, antes que suponer que promoviendo inversiones rentables, produzcan lo que produzcan, sean de propiedad de quien sean y se dirijan a los mercados que sea, habremos cumplido nuestro objetivo.
Estamos apenas en los umbrales de un debate necesario sobre el sentido moderno del término “economía social”, al cual - a mi criterio - solo el justicialismo le puede dar el significado pertinente en esta hora y por lo tanto, si nosotros no lo hacemos quedará como asignatura pendiente.

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